martes, 13 de junio de 2023

«Insomnium»

Un poco más de síndrome de Diógenes digital. 
Año 2012.
 
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Susurros en la obscuridad que gritan dentro de mi cabeza. Voces en la noche que ahogan mis sentidos. Pensamientos efímeros que no puedo retener entre mis manos escaldadas por la fuerza de su acción.
 
Sueños que traspasan las fronteras del mundo onírico ansiando convertirse en materia, transmutarse en realidad, cuando en su concepción primaria ya son más reales que mi propia vida.
 
Es tan intenso el dolor de la verdad revelada cuando tus respuestas se encuentran mutiladas que pienso que mi mente ha sido crucificada como un falso ídolo que jamás pasó de contar con más de doce discípulos.
 
Cargo con el stipes de sien a sien, pesadamente descansa sobre mi consciencia, y aunque busque mitigar el dolor presionándome contra la almohada o golpeándome con el puño cerrado, sólo consigo chapotear en un lago de sufrimiento haciendo que el fango de podredumbre golpee mi rostro.
 
Abro los ojos y las tinieblas me ciegan con crueldad y me impiden alcanzar las estrellas por mucho que extienda mis brazos, por mucho que retuerza mis dedos. Me quedo inmóvil, clavado por el patibulum que atraviesa mi nuca, temeroso de arrancarla y propiciar el vertido de mis sesos por la almohada. Es en esos momentos de total inmovilidad cuando las gotas de sudor adquieren un carácter cinético que abrasa mi piel.
 
«Insomnia», de dispheria, 2011.

Me encuentro tan cansado que me rindo. Agotado, pero no por el dolor ni por el acoso de aquellas voces que me atormentan con fugaces delirios de razón. He sucumbido ante la imposibilidad de hacer mío todo aquello que tras la caída del Sol me recuerda que ese día, como otro más, no fui ni seré nada.
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