Escrito el 24 de marzo de 2023 en Twitter a las 2:13 horas de la madrugada.
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Creo que hoy mi disertación será sobre la crueldad que se encuentra en la belleza por su propia existencia cuando es contemplada por los ojos del hombre vulgar. Pero ahora mismo me duele la cabeza... La noche es larga pero la inspiración es breve. ¡Qué dilema! Comienza la crueldad.
¿No es cruel ver al pájaro volar en los cielos? El hombre vulgar lo pondrá en una jaula y creerá que así se apodera de su belleza.
¿No es cruel ver al pez sumergirse en los océanos? El hombre vulgar lo pondrá en una pecera y creerá que así se apodera de su belleza.
No es cruel que lobo, el guepardo, el tigre, o el león dominen los bosques, las zonas desérticas, las selvas o las sabanas. El hombre vulgar acabará con ellos y vestirá sus pieles y creerá que así se apodera de su belleza.
¿No es cruel tu belleza, amada mía? Tu pequeña y delicada figura, la carnosidad de tus labios, la melancolía en tus ojos, la sedosidad de tu pelo. La melosidad de tus palabras. El enigma de tus pensamientos. Y tus sentimientos, ¡ay, tu amor!, que no me pertenecen.
¿No es cruel para el hombre vulgar, que nada tiene para ofrecerte, tu mera existencia? El hombre vulgar intentará acabar contigo. Poseerte sin amarte. Dominarte sin pasión. Silenciarte sin un beso. Romperá todos los espejos y querrá hacerte creer que su fealdad es tu reflejo.
Y creerá que así se apodera de tu belleza...
Prefiero el exilio antes que convertirme en el hombre vulgar. Prefiero dejarte marchar, aunque eso signifique mi muerte. Quisiera contemplarte eternamente, como sólo un mortal puede contemplar a una divinidad.
Y maldigo la crueldad de tu belleza. Tu psique, tu eros, mi hybris. Cuélgame y desóllame vivo. Que tus propias manos acaben conmigo si me convierto en el hombre vulgar.
La crueldad no se encuentra en tu belleza. Se encuentra en los ojos de quien te mira. Y soy yo quien te pide perdón por mi propia existencia. Me arranco mis ojos. Ten, tómalos.
No es cruel que lobo, el guepardo, el tigre, o el león dominen los bosques, las zonas desérticas, las selvas o las sabanas. El hombre vulgar acabará con ellos y vestirá sus pieles y creerá que así se apodera de su belleza.
¿No es cruel tu belleza, amada mía? Tu pequeña y delicada figura, la carnosidad de tus labios, la melancolía en tus ojos, la sedosidad de tu pelo. La melosidad de tus palabras. El enigma de tus pensamientos. Y tus sentimientos, ¡ay, tu amor!, que no me pertenecen.
¿No es cruel para el hombre vulgar, que nada tiene para ofrecerte, tu mera existencia? El hombre vulgar intentará acabar contigo. Poseerte sin amarte. Dominarte sin pasión. Silenciarte sin un beso. Romperá todos los espejos y querrá hacerte creer que su fealdad es tu reflejo.
Y creerá que así se apodera de tu belleza...
Prefiero el exilio antes que convertirme en el hombre vulgar. Prefiero dejarte marchar, aunque eso signifique mi muerte. Quisiera contemplarte eternamente, como sólo un mortal puede contemplar a una divinidad.
Y maldigo la crueldad de tu belleza. Tu psique, tu eros, mi hybris. Cuélgame y desóllame vivo. Que tus propias manos acaben conmigo si me convierto en el hombre vulgar.
La crueldad no se encuentra en tu belleza. Se encuentra en los ojos de quien te mira. Y soy yo quien te pide perdón por mi propia existencia. Me arranco mis ojos. Ten, tómalos.
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