martes, 22 de agosto de 2023

Ética Eudemia

Un poco más de síndrome de Diógenes digital.
Trabajo universitario, año 2010. Debe leerse como tal, como la búsqueda de un aprobado.
 
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Aristóteles:
Ética Eudemia.
 
 
Índice:
 
I. Análisis semántico.
II. Análisis estructural.
III. Análisis hermenéutico.
IV. Bibliografía.
 
 

I. Análisis semántico.

«PRUDENCIA»: Del griego phrónesis y del latín prudentia, la prudencia es la más importante de las virtudes dianoéticas, es decir, de las virtudes intelectuales.
 
Aristóteles distingue entre dos clases de virtudes, de acuerdo con las funciones del alma: racionales o irracionales. Así pues, encontramos virtudes éticas y virtudes intelectuales.
 
Las virtudes éticas son adquiridas a través de la costumbre o el hábito, y consisten, fundamentalmente, en el dominio de la parte irracional del alma (sensitiva) y regulan las relaciones entre los hombres. Las virtudes éticas más importantes son la fortaleza, la templanza y la justicia.
 
Por otro lado, las virtudes intelectuales se corresponden con la parte racional del hombre, siendo, por ello, propias del intelecto (nous) o del pensamiento (nóesis). Su origen no es innato, sino que deben ser aprendidas a través de la educación o la enseñanza. Las principales virtudes intelectuales son la inteligencia (sabiduría) y, como se ha señalado más arriba, la prudencia. La prudencia no es una ciencia, sino una virtud. No es ciencia en el sentido platónico del término, o sea un arte, sino una percepción intelectual que está estrechamente unida a las virtudes éticas. La prudencia consiste en la habilidad intelectual de discernir entre cosas que no son necesarias y pueden ser o no ser. Esta virtud es la guía de las demás virtudes morales, aquella que indica qué medios son necesarios para alcanzar los fines propuestos y procurarse el bien.

«VIRTUD»: Es uno de los tres bienes que conducen a la felicidad, a saber: la virtud, la prudencia y el placer. Estos tres bienes se traducen en la vida política, la vida filosófica y la vida del placer respectivamente. Como cada uno de estos bienes se ocupa de una cosa, cada uno tiene «una idea de lo que es ser feliz».
 
La virtud es la disposición innata o adquirida para realizar el bien. Toda virtud es un justo medio entre el exceso y la privación.
 
Encontramos la naturaleza de virtud y prudencia asociada a la buena vida, cuyo fin es la eudaimonía.
Aristóteles se refiere a Sócrates diciendo que éste creía que el fin es el conocimiento de la virtud. Sócrates estudiaba qué era pero no cómo o de dónde procede la virtud. Sin embargo, Aristóteles quiere saber de dónde procede, no su naturaleza, es decir, lo que es.
 
Los bienes pueden ser exteriores o interiores al alma, y los señalados más arriba de prudencia, virtud y placer son interiores al alma y por tanto preferibles.
 
La función de la virtud será la vida buena (teniendo en cuenta que la vida buena no es igual que buena vida, algo despreciable). Por esta razón la virtud es, entonces, el bien perfecto, es decir, la felicidad. Y por tanto, la felicidad es la actividad de un alma buena (con especial énfasis en el concepto de actividad).
 
Obrar y vivir bien = Felicidad.
 
Por otro lado, encontramos dos especies de virtud: La ética y la intelectual, las cuales no son actividades, sino fuente de actividades. Se trata de la parte irracional y racional respectivamente.
 
La virtud ética está en la relación con lo agradable y lo penoso. Debemos hallar la virtud ética en los términos medios. La virtud ética debe elegir el término medio en las cosas agradables y dolorosas.
La virtud produce el fin, no el medio para llegar a éste. Y el fin es el bien supremo, eudaimonia.
 
Justicia, virtud y amistad están estrechamente unidas en Aristóteles.
 
«AFORTUNADO»: Podemos decir que existen hombres afortunados ya que habiendo hombres insensatos, éstos tienen éxito en cuestiones donde la suerte es soberana, pero también, en las que se requiere algún arte, aunque también suerte, como por ejemplo, nos dice Aristóteles, en la estrategia o la navegación. La cuestión que nos plantea entonces Aristóteles es si son afortunados por su modo de ser o por el hecho de tener por sí mismos la cualidad de ser afortunados.
 
Nos refiere que muchos creen que es por naturaleza, sin embargo Aristóteles piensa que lo que esa mayoría llama ser afortunado es realmente ser dotado.
 
Para ser afortunado la suerte tiene que existir, y ser causa. Para unos, causa de bienes y, para otros, de males.
 
A su vez nos dice que hay dos especies de fortuna a raíz de la suerte. Una divina por la que el afortunado parece tener éxito gracias a la divinidad; y otra en la que no hay intervención divina. La primera de ellas podemos decir que es continúa, mientras que la segunda no lo es.
 
«FELIZ / FELICIDAD»: Según Aristóteles la felicidad es la cosa mas hermosa y mejor, además de la más agradable.
 
Según Platón, Jenócrates, o la tradición pitagórica es una cualidad del alma entendida como vitalidad total del ser vivo. Pero Aristóteles se interroga si quizás la felicidad deba poseer cierto carácter y que las acciones tengan una cualidad particular. Por ejemplo, según Jenócrates, no basta con tener un alma buena para ser feliz, sino que se ha de actuar de acuerdo con esta cualidad del alma.
 
La felicidad es el mejor y mayor de los bienes humanos, diciendo «humanos» porque podría haber otra felicidad, como por ejemplo la divina. Además, los que son inferiores a los hombres, como por ejemplo los animales, no participan de la felicidad.
 
La felicidad consistiría en último termino al desarrollo del intelecto y la vida contemplativa.
 
Los amigos virtuosos son necesarios para la felicidad, pues el hombre es un «animal social», necesitado de otros seres humanos de quienes depende y con quienes puede compartir.
 
«FORTUNA»: La fortuna se distingue del azar en que tiene lugar en el dominio de las acciones humanas. Es una causa superior y divina, oculta a la inteligencia humana.
 
«CIENCIA»: La ciencia trata de las cosas reales. Eso es lo que la hace conocimiento en vez de fantasía.
 
La ciencia es «conocimiento demostrativo». Por tal se entiende el conocimiento que permite «conocer la causa de un objeto, esto es, conocer por qué el objeto no puede ser diferente de lo que es». Por tanto, el objeto de la ciencia es lo necesario. Aristóteles excluye que pueda existir ciencia de lo no necesario: de la esencia.
 
Aristóteles dividió el conocimiento en tres clases principales: «Todo pensamiento es o práctico o productivo o teórico». Las ciencias productivas son las que se ocupan de hacer las cosas. Las ciencias prácticas se ocupan de la acción, de cómo actúan los hombres en diversas circunstancias (la Ética y la Política son las principales contribuciones de Aristóteles a las ciencias prácticas). Y finalmente las ciencias teóricas son aquellas cuyo objetivo no es ni la producción ni la acción, sino simplemente la verdad.
 
«SUERTE»: La suerte se designa como una causa imprevisible para el razonamiento humano.
 
«ARTE»: En Platón arte comprende toda actividad humana ordenada, incluida la ciencia, y en su conjunto se distingue de la naturaleza. Aristóteles sustrajo la esfera de la ciencia del ámbito del arte, ya que esta esfera es la de la necesidad, o sea, de lo que no puede ser diferente de lo que es. También dividió lo que cae fuera de la ciencia, o sea, lo posible (que puede ser de una manera o de otra) en lo que pertenece a la acción y lo que pertenece a la producción. Objeto del arte es solamente lo posible, que es objeto de producción. Arte es pues el hábito de producir cualquier cosa, acompañada de la razón.
 
«GENIO»: El reflejo que a cada individuo incide de la acción de Dios.
 
«DIOS»: Platón había insistido acerca del concepto de Dios como primer motor o «guía de todas las cosas que se mueven». Éste es el punto de partida de la teología aristotélica.
 
Para Aristóteles, Dios es el primer motor, con el que comienza necesariamente la cadena de los movimientos, o la causa primera, con que se inician las series causales, comprendida la de las causas finales.
 
En el sentido de causa final, Dios es el creador del orden del Universo.
 
Dios es siempre inteligencia siempre en acto; es la inteligencia de la inteligencia.
 
«POR NATURALEZA»: La naturaleza es causa de lo que se presenta siempre, o generalmente, de la misma manera.
 
«CONOCIMIENTO POR EXPERIENCIA»: Podemos encontrar aquí referencias al empirismo aristotélico. La fuente última es, según Aristóteles, la percepción. Sostiene que las nociones o conceptos con los que tratamos de captar la realidad se derivan en último término de la percepción, y a su vez, la ciencia o el conocimiento en que consiste nuestra captación de la realidad se basa en último término en observaciones perceptivas.
 
Sin embargo huelga aclarar que aunque la percepción es la fuente del conocimiento, no significa que sea el conocimiento mismo.
 
Cuando poseemos una masa de recuerdos similares, tenemos lo que Aristóteles denomina «experiencia»; y la experiencia se convierte en algo más cercano al conocimiento cuando la multitud de hechos particulares son comprimidos en un solo hecho general. Es decir, obtiene ese conocimiento por experiencia, surgiendo el conocimiento de la generalización a partir de la percepción.
 
Aparición del conocimiento general a partir de observaciones particulares.



II. Análisis estructural.
 
Tema: La problemática que se nos presenta en el texto seleccionado es si hay hombres afortunados. Y si estos existen, como en un primer momento parece ser, ¿cuál es la causa de ello? Es decir, si existe la suerte o no en la fortuna y es a su vez causa de la misma. Si puede haber hombres afortunados sin virtud.
 
Tesis: Existe el hombre afortunado y la causa de ello es la divinidad. De este modo el hombre afortunado prospera siguiendo su impulso. Se trata de algo irracional. Esta fortuna es continua a diferencia de otro tipo de fortuna cuya causa es otra distinta a la divinidad, y no sería algo continuo, sino más casual.
 
Estructura: En el texto observamos desde un primer momento que es lo que Aristóteles se propone demostrarnos. Así, comenzando en 1247a, observamos que la cuestión a tratar es si el afortunado y el desafortunado lo son por naturaleza. Esto es, si el hombre que tiene no tiene virtud puede ser afortunado de igual modo que el que sí.
 
A continuación, y partiendo de lo que la mayoría cree, es decir, de la experiencia anterior acumulada por el pueblo, estipula que la mayoría cree que el afortunado lo es por una cuestión de naturaleza, como el que nace rubio o moreno, por ejemplo.
 
Sin embargo, si esto es así, los afortunados no prosperarían gracias a la prudencia. No sería un acto racional y por tanto serían insensatos. Insensatos incluso en aquellos asuntos en los que se podría determinar que son afortunados, si es que así creemos que lo son. Concluiría con que con la prudencia, es decir, la virtud, se es afortunado, es decir, se tiene éxito, en cuanto que una persona desea un objeto y un momento como se debe, de la manera que se debe y cuando se debe.
 
Entonces, ya en el cuerpo central a partir de 1248a, si se está de acuerdo en lo dicho anteriormente, ¿quiere decir que existen dos tipos de fortuna? Aristóteles desarrolla aquí su discurso en el que nos dice que la naturaleza es causa de lo que se presenta siempre o, generalmente, de la misma manera, mientras que la suerte es lo contrario, siendo la suerte por lo que un hombre es afortunado. Si es así, entonces lo que comúnmente la gente llama afortunados y que lo son por naturaleza, no son tales, sino que se tratan de bien dotados.
Finalmente, una tercera parte es la locución hecha a partir de 1248a 20 en la que dice que la fortuna se debe a un principio que lo es del movimiento del alma tanto como del Universo, y es Dios, ya que lo divino en nosotros mueve todas las cosas.
En 1248b concluye que hay una fortuna divina por la que el afortunado parece tener éxito gracias a la divinidad, a la prudencia, al ejercicio de la virtud.
 
Punto de Partida: Aristóteles parte del análisis de la felicidad y cuales son los bienes que la producen. Éste es el punto de partida de la Ética. Habiendo analizado otras cuestiones en los libros anteriores, en el capítulo 2 del libro VIII parte de la teoría creída por la mayoría según la cual los hombres afortunados son hombres felices. Es decir, Aristóteles parte de los conocimientos previos asimilados en la sabiduría popular o sabiduría por experiencia.
 
 
 
III. Análisis hermenéutico:
 
El Capítulo 2, Suerte, buena suerte y felicidad del Libro VIII Nobleza moral y virtud perfecta se enmarca en las páginas finales del la Ética Eudemia. Esta obra se divide en ocho libros, de los cuales los Libros IV, V y VI son idénticos a los correspondientes de la Ética Nicomáquea.
 
En los Libros I y II Aristóteles reflexiona sobre la felicidad y sobre las virtudes, aquellas que son necesarias para alcanzar la felicidad. En una primera aproximación designa a la felicidad como la cosa más hermosa y mejor, además de la más agradable. Como la felicidad es la cosa más deseable por el hombre, se interroga cual es su origen, y para ello debe distinguir cuales son los elementos que la integran y en que condiciones se da.
 
Continúa haciendo una exposición del pensamiento de autores anteriores a él sobre este particular. Así nos dice que los sabios antiguos, Platón, Jenócrates o la tradición pitagórica, creen que la felicidad es una cualidad del alma entendida como vitalidad del ser vivo. Según Jenócrates no basta con tener un alma buena para ser feliz, sino que se ha de actuar de acuerdo con esta cualidad del alma. Por tanto Aristóteles se pregunta si quizás la felicidad deba poseer un cierto carácter y que las acciones deban tener una cualidad particular.
 
Aristóteles nos dice que tres son los bienes que nos conducen a la felicidad, a saber, la virtud, la prudencia y el placer. Estos bienes pueden traducirse o vienen a corresponderse con la vida política, la vida filosófica y la vida del placer respectivamente. Al hacer esta distinción nos presenta la problemática consistente en que, como cada bien se ocupa de una cosa, cada uno tendría una idea de lo que es feliz. Pero sin lugar a duda, todo hombre asocia la felicidad con una de las tres vidas mencionadas.
 
Más adelante se refiere a Sócrates, el maestro de su maestro, para marcar una diferencia respecto a él. Nos dice que Sócrates cree que el fin es el conocimiento de la virtud, que estudiaba que era pero no cómo o de donde procedía. A diferencia de esto, Aristóteles quiere saber de donde procede, no su naturaleza.
 
Distingue entre ciencias que no tienen otro fin que su actividad y las que tienen por fin obras exteriores a su actividad.
 
Entonces, ¿cuál es el método de nuestro autor? Estudiar la naturaleza pero también la causa. No hay que tratar todas las cosas simplemente con argumentos, nos dice, sino también con los hechos observados. En el dominio de la ética hay que atender no sólo a los argumentos, sino también a la experiencia, ya que el hecho puede ser verdadero, pero el argumento puede no acertar en la causa que lo produce. Por ello es posible demostrar lo verdadero por medio de lo falso, como es evidente en los Analíticos. El ejemplo más sencillo que presenta Aristóteles es este silogismo: «Un hombre es una piedra; una piedra es un animal; luego un hombre es un animal».
 
Más adelante hace referencia de nuevo a la felicidad como el mejor y mayor de los bienes humanos, diciendo humanos porque podría haber otra felicidad tal como la divina. Además considera que los que son inferiores a los hombres, como por ejemplo los animales, no participan de la felicidad.
 
Oponiéndose a su maestro Platón, Aristóteles afirma que afirmar la existencia de una idea es hablar de manea abstracta y vacía. Argumenta que la idea del bien no existe, que es inútil en la vida humana y que el bien común no es tampoco el bien en sí. Observamos que el término el bien en sí es empleado a menudo por Platón para referirse a la idea del Bien. Cada cosa busca su propio bien así que el bien en si no existe.
 
Volviendo a los bienes, estos pueden ser exteriores o interiores al alma, y los vistos de prudencia, virtud y placer son interiores al alma, y por tanto, preferibles.
 
La función de la virtud será la vida buena. Este es entonces el bien perfecto.
 
Hay dos especies de virtud, la ética y la intelectual. Éstas no son actividades, sino fuente de actividades. Parte irracional y racional respectivamente.
 
Se observa una doctrina contraria a la homeopatía según la cual similia similibus curantur, es decir, lo similar cura a lo similar.
 
La virtud ética se encuentra en relación con lo agradable y lo penoso.
 
Êthos «carácter» procede de éthos «hábito». Y el carácter es una cualidad de la parte irracional del alma.
 
Aristóteles llama pasiones a todo lo que en sí mismo va, comúnmente, acompañado de placer o de dolor. Llama facultad a aquello en virtud de lo cual los que actúan según sus pasiones son llamados de acuerdo con ellas. Los modos de ser son las disposiciones causantes de que lo que hay en nosotros sea conforme o contradictorio con la razón.
 
La recta razón es la prudencia, y la norma, o sea el fin con vistas al cual la prudencia actúa, es la contemplación, obra de la sabiduría.
 
Más adelante se refiere a que el hombre actúa. Los animales tienen sensación, pero no participan de la acción. Hay que recalcar la importancia de la acción en Aristóteles.
 
Continúa haciendo una apreciación sobre la virtud y el vicio ya que están entre las cosas voluntarias del hombre y por tanto son un responsabilidad.
 
Otra cuestión a tratar es lo que es la necesidad. Llama necesidad al principio externo que reprime o mueve a un hombre contrariamente a su impulso.
 
Lo voluntario no se define ni por el deseo ni por la elección, sino como lo que está de acuerdo con el pensamiento. Obrar por ignorancia es obrar involuntariamente. Además, algo es voluntario cuando se hace pero también está en su poder no hacerlo.
 
En cuanto a la elección, ésta es tomar una cosa con preferencia a otra, por eso, la elección procede de una opinión deliberada.
 
La virtud ética debe elegir el término medio en las cosas agradables y dolorosas. Hay que tener en cuenta que la virtud produce el fin, no el medio para llegar a éste.
 
El vicio también es voluntario ya que no hay necesidad de hacer cosas malas.
 
La libre elección, más que las obras, es lo que permite juzgar sobre el carácter de un hombre.
 
Después de esta aproximación a los conceptos de felicidad, los bienes que intervienen en ella, la virtud, etc., Aristóteles dedica los Libros III, IV, V y VI a analizar el tipo de virtudes que él ha denominado éticas e intelectuales. Cómo se ha señalado con anterioridad, los Libros IV, V y VI son idénticos a los de la Ética Nicomáquea. Los tres primeros se refieren a las virtudes éticas y el último a las intelectuales.
 
Las virtudes éticas son adquiridas a través de la costumbre o el hábito y consisten, fundamentalmente, en el dominio de la parte irracional del alma (sensitiva) y regular las relaciones entre los hombres.
 
Las virtudes intelectuales se corresponden con la parte racional del alma. Su origen no es innato, sino que deben ser aprendidas a través de la educación o la enseñanza.
 
 La virtud no es innata al hombre, como lo son las pasiones, instintos o tendencias. Pero aunque no es un don de la naturaleza, la virtud tampoco es una ciencia, como sostenían los socráticos y Platón.
 
Ya en el Libro VII, Aristóteles introduce con él un aspecto aparentemente fuera de lugar en su discurso. Dicho libro versa sobre la amistad. Están estrechamente unidos justicia, virtud y amistad en Aristóteles.
 
Vuelve a realizar una cita, esta vez de Empédocles. Así introduce las dos opiniones de que la amistad se produce entre semejantes, o como creen otros, que se produce entre contrarios
 
A los largo de la Ética, Aristóteles recurre mucho a nombrar o realizar citas de otros autores, y así mismo es muy habitual que recurra a nombrar sus propias obras.
 
Los fundamentos que encontramos en este libro son que tanto el bien como lo agradable son objeto de amistad. Que lo agradable es lo que place al adulto y que un hombre llega a ser amigo cuando es amado y ama a su vez.
 
Distingue tres clases de amistad: por la virtud, por la utilidad y por el placer. La mejor es la de la virtud, que además sólo se da en el hombre, ya que las otras dos también se dan entre animales. Esta amistad es la que llama “amistad primera”.
 
Después de discernir sobre estos tres tipos de amistad, que además divide a cada una de ellas según el tipo de relación ya sea esta de igualdad o de superioridad, concluye que a diferencia de la divinidad, el hombre feliz puede y debe tener algunos amigos. Uno debe tener la conciencia de su propio bien pero también la del amigo, lo cual solo puede producirse con la convivencia y el intercambio de palabras y pensamientos. He aquí donde se inserta el discurso sobre la amistad en el marco general de la discusión sobre la felicidad.
 
Y finalmente el Libro VIII, en el cual según Pallí Bonet, Aristóteles trata cuestiones que no se encuentran en la Ética Nicomáquea, o que en todo caso, están planteados de otra manera.
 
Este libro esta divido en tres capítulos, de los cuales el segundo es el objeto de nuestro comentario.
 
En el primero Aristóteles nos refiere que las cosas pueden tener un fin natural o accidental. Y en cuanto a la prudencia, para él no es una ciencia, sino una virtud. No es ciencia en el sentido platónico del término, o sea un arte, sino una percepción intelectual que está estrechamente unidad a las virtudes éticas.
 
En el segundo capítulo discute sobre la problemática de si existen los hombres afortunados. Analiza si el afortunado o el desafortunado lo son o no por naturaleza. Después de presentar argumentos a favor de una teoría para posteriormente desmentirlas con otros argumentos, concluye que existen hombres afortunados, pero no por naturaleza, sino por la gracia de la divinidad, siendo esta fortuna continua, mientras que pudiera darse otra de otro tipo, que atribuimos a la suerte como una causa imprevisible para el razonamiento humano y que es más bien esporádico.
 
Finalmente, en el tercer capítulo nos dice que la nobleza es la virtud perfecta. La vida contemplativa es, etimológicamente, la vida del espectador: somos espectadores de la verdad, y la finalidad de la contemplación es alcanzar el conocimiento, en la medida que en que el hombre puede alcanzarlo, de las realidades divinas. Aquí es donde radica la eudaimonía.
 
En cuanto al contexto general de la obra y los interlocutores, encontramos tres versiones diferentes de la Ética de Aristóteles. Ética a Nicómaco o Nicomáquea, Ética a Eudemo o Eudemia y la Magna Moralia. En ésta última se discute su autenticidad ya que podría tratarse de una recopilación posterior. Así pues, partiendo de la autenticidad de todas, obtenemos tres éticas como resultado de las elaboraciones sucesivas de Aristóteles.
 
Según J. Barnes, Aristóteles se refiere a sus tratados como ethika y la transliteración de esa palabra griega da el título de «Ética». Hay que tener en cuenta que el término griego significa «cuestiones relacionadas con el carácter» por lo que Barnes propone un título mejor tal como Sobre cuestiones de carácter.
 
Se trata de tratados de filosofía práctica en el sentido de que su propósito o finalidad no es meramente la de suministrar la verdad, sino también de afectar a la acción (prâxis).
 
El fin último y el mejor y mayor de los bienes humanos es la eudaimonia. Este término se ha traducido por felicidad. Por tanto el fin último que persigue el hombre es la felicidad.
 
Barnes se refiere a este término de una manera más crítica, haciendo referencia a él como el término que expresaría “ser un ser humano de éxito” o “florecer”. La eudaimonia es una acción y concierne al alma.
 
Por ello Aristóteles expone las virtudes en concordancia a las cuales debemos actuar para alcanzar esto. Distingue entre virtudes éticas o del carácter y virtudes dianoéticas o intelectuales.
 
La noción de «buena vida», que no «vida buena», que es la meta del Estado, se identifica con eudaimonia, que es la meta de los individuos. Actividad intelectual y contemplación.
 
Los hombres se distinguen de los demás animales por la posesión de la razón y la capacidad de pensamiento y la eudaimonia es la meta de las ciencias prácticas.
 
Como Platón y Sócrates, Aristóteles sostiene que la virtud nos ayuda a buscar la felicidad y ésa es la base de la ética. A diferencia de Platón y Sócrates, Aristóteles enseña que la virtud no viene directamente del conocimiento, sino que requiere el hábito, que la felicidad no es un estado sino una actividad, y que el placer no es la felicidad sino una consecuencia de la virtud.
 
La clave de la lectura de la ética aristotélica es la finalidad del acto humano, es decir todo acto tiene un fin, que es la felicidad.
 
El método de Aristóteles consiste en definir claramente desde el inicio qué quiere hacer, propone argumentos en contra, muestra algunas dificultades y luego las resuelve. Es importante recordar que las obras de Aristóteles no eran libros destinados a la publicación sino más bien manuales o apuntes destinados a la enseñanza. Con un método deductivo, hace acopio de las opiniones hasta entones dichas, y de ahí parte hacia sus conclusiones.
 
Aristóteles critica a su antiguo maestro Platón la teoría de las ideas. Por ejemplo, no cree en los dos mundos, para él sólo es uno. Rechaza la teoría de las ideas de Platón en cuanto a la idea de términos absolutos.
 
A su vez no puede estar de acuerdo con los hedonistas, ya que estos consideran al placer como el único bien posible y, por lo tanto, como el fundamento de la vida moral. Esta teoría fue sostenida por una de las escuelas socráticas, la cirenaica, fundada por Aristipo y adoptada después por Epicuro. Para Aristóteles el placer no es un estado y lo que satisface al hombre es la actividad. Dentro de la actividad, la intelectual es la más perfecta. Debemos seguir el camino del perfeccionamiento hacia Dios que es pura actividad.
 
Platón por su parte, rechaza totalmente el placer como vía para alcanzar la felicidad.
 
Aristóteles analiza la definición que otros autores han dado del placer. Algunos como Espeusipo mantenían que no era un bien. Otros como Eudoxo llegaron a decir que era el bien supremo.
 
Para Aristóteles el bien es el acto (energéia) propio de cada ser, es decir, aquel que viene determinado por su propia esencia o naturaleza. Y puesto que la naturaleza del hombre viene determinada por la función específica de su alma, el pensamiento, la felicidad consistirá fundamentalmente en un bien del alma: la contemplación.
 
El mayor bien para un hombre será el pleno desarrollo de aquello que le es más esencial: la inteligencia; la actividad contemplativa. Será la virtud de la sabiduría la que le procure al hombre la verdadera felicidad, aunque deba conjugarla con otras virtudes y con los bienes exteriores.
 
De Anaxágoras, como hizo Platón, tomo la noción del nous (Inteligencia) y nóesis (Pensamiento). También valoró la dedicación a las matemáticas de los pitagóricos.
 
Una pequeña reseña biográfica puede ser la siguiente: En el año 335, Aristóteles fundó su propia escuela en Atenas, llamada  el Liceo (denominado así por estar situado dentro de un recinto dedicado a Apolo Likeios), donde dictaba clases sobre amplios temas a sus discípulos. A los discípulos de Aristóteles se les llamó «peripatéticos » (peripatētikoi, itinerantes) porque solían recibir clases alrededor de los jardines y el paseo que rodeaban al edificio del Liceo, llamado: peripatos. A la muerte de Aristóteles, su amigo y discípulo Teofrasto asumió su manto y con él, el Liceo continuó siendo un brillante foco de estudio científico y filosófico. Pero en el s.III a.C. otras escuelas de pensamiento como los estoicos, los epicúreos, los escépticos, dominaron la escena filosófica.
 
 
 
IV. Bibliografía.
 
ABBAGNANO, N., Diccionario de Filosofía, Fondo de Cultura Económica, México, 1961.
 
BARNES, J., Aristóteles, Cátedra, Madrid, 2001.
 
REALE, G., Introducción a Aristóteles, Herder, Barcelona, 1985.
 
SÁNCHEZ MECA, D., Diccionario de Filosofía, Alderabán, Madrid, 1996.
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