martes, 8 de agosto de 2023

La Chica Erizo y el Viejo Lobo

Y la Chica Erizo se acercó al Viejo Lobo sin temor. Éste, aunque maltratado por el paso de las estaciones y habiendo abandonado a su manada porque no quería ser una carga, aún mantenía con orgullo su mirada fija mientras mostraba amenazante sus fauces.
 
—¿Acaso no me tienes miedo? ¿Crees que esas débiles púas podrían salvarte de ser devorada?—, dijo el lobo.
—No te tengo miedo —respondió la Chica Erizo—. Pero no porque crea que no podrías acabar conmigo, Viejo Lobo, si te lo propusieras. No te tengo miedo porque ya no temo nada. ¡Ni a la misma muerte!

El lobo erizó su pelo y mostró sus grandes colmillos mientras se acercaba a la Chica Erizo lentamente.

—¿Acaso te burlas de mí porque me encuentro solo y soy viejo? ¿No tienes miedo a la muerte, dices? Entonces eso será lo que encontrarás... ¡Hace tiempo que no pruebo bocado!

La Chica Erizo no se inmutó. Tal y como había dicho, ya no tenía miedo a nada. Si acaso, tenía miedo a seguir viviendo porque su vida significa sólo dolor. A diferencia de otros erizos, había desarrollado fuertes púas por todo su cuerpo, y éstas no sólo le impedían relacionarse con otros animales, sino que le llegaban a producir heridas a ella misma.

Cuando el lobo tuvo su hocico frente a ella, observó que su pequeño cuerpo estaba manchado de sangre. Sangre sobre sangre. Sangre negra y seca. Sangre roja y viva. ¿Estaba herida la pequeña Chica Erizo? ¿Por eso deseaba morir y desafiaba al lobo? El lobo se detuvo, se tumbó y puso su cabeza apoyada en el suelo a la altura de la Chica Erizo.

—¿Por qué estás sangrando? Ésas son tus púas. Deberían servir para protegerte de los demás que intenten hacerte daño. No hacerte daño a ti misma.

La Chica Erizo, enfadada, gritó:

—¡Maldito Viejo Lobo! ¿Crees que me interesa tu piedad? ¿No ibas a devorarme? ¡Acaba de una vez conmigo!

El lobo dio un salto hacia atrás y gruñendo dijo:

—¡Insolente erizo! ¿Acaso tu dolor se tornó en locura? ¡Contesta a mis preguntas y estaré encantado de acabar contigo con mis colmillos!

La Chica Erizo al principio dudó. Estaba cansada y no quería dar ninguna explicación. Sólo quería acabar en las tripas de aquel depredador. ¡Había tenido que toparse con uno que tenía ganas de charlar!

—Está bien, Viejo Lobo. Pero no hay mucho que debas saber, porque ni yo misma lo sé con seguridad. Como puedes ver, desarrollé fuertes púas por todo mi cuerpo. Podría parecer que es la protección perfecta para depredadores como tú, o para cualquiera que osase hacerme daño. Es cierto. Así es. Pero también impide que yo pueda acercarme a quien quiero. Porque hiero a todo a quien amo. Y cada vez es más insoportable el dolor. Dolor por herir, dolor por ser herida, dolor por estar sola, dolor por ser abandonada. ¿De qué sirven estas púas para vivir segura si no me permiten vivir en absoluto? Pero como forman parte de mí, como lo forman mis patas o mis ojos, no puedo desprenderme de ellas. Así que por eso no te tengo miedo. O no lograrás herirme, o acabarás con mi sufrimiento. Pero decídete ya, me aburro con facilidad.

El Viejo Lobo no daba crédito a lo que estaba escuchando. Y tras un breve momento de silencio, estalló en carcajadas. No podía creer que esa pequeña erizo, en el fondo, tuviera la valentía de un gran oso, el único animal del bosque que osaría a desafiarle.

—Muy bien —dijo finalmente tras las carcajadas—. Pero antes déjame observarte.

El Viejo Lobo se acercó para observar a la Chica Erizo. Tenía razón, las púas se encontraban por todo su cuerpo. No parecía que pudiera encontrar alguna zona libre de ellas para poder clavar sus colmillos. Y no quería darle la razón a la Chica Erizo... Sería humillante no poder acabar con su presa. Entonces se dio cuenta de que no todas las púas nacían de ella, había otras que, por el contrario, parecían que se clavaban en ella. Esas púas debían ser las responsables de la sangre que había visto antes. No se trataba de la sangre de quienes habían intentado acercarse a ella antes, ¡era su propia sangre!

Entonces el lobo se decidió: ¡Abrió su gran boca y a la Chica Erizo entre sus fauces atrapó!

La Chica Erizo, aunque no tuviese miedo, no pudo evitar lanzar un largo grito. Rápidamente otros animales del bosque acudieron y fueron testigos del espectáculo. El Viejo Lobo tenía lo que parecía una bola de pinchos en su boca, pasándosela de un lado a otro mientras la sangre comenzaba a derramarse por el pelaje de su cuello.

—¡Asesino! ¿A quién estás devorando? ¡Estate quieto! —decían unas y otras voces de los animales del bosque. Pero ninguno se atrevía a acercarse al lobo feroz.

Y la sangre seguía brotando y los chillidos de la Chica Erizo no parecían cesar. Tal fue el estruendo que unos cazadores que se encontraban no muy lejos terminaron llegando al lugar. Cuando vieron aquel espectáculo dantesco, se armaron con sus escopetas y dispararon al Viejo Lobo. ¿Sería demasiado tarde para la joven Chica Erizo?

El Viejo Lobo cayó desplomado y su boca ensangrentada se abrió exhalando lo que parecía su último aliento de vida. La Chica Erizo comenzó a moverse... No sabía muy bien qué había pasado... Su cuerpo estaba totalmente lleno de sangre... Pero no parecía que fuese suya... Se acercó al viejo lobo y vio que toda su boca estaba llena de púas... Entonces se miró y vio que sólo tenía las púas que le eran propias por ser una erizo. Todas las demás había desaparecido. Bueno, desaparecido no. ¡El viejo lobo se había encargado de arrancárselas y en el proceso se habían clavado en él!

La Chica Erizo comprendió que el Viejo Lobo quiso ayudarla. Que no tenía intención de acabar con su vida. Pero ya era demasiado tarde para él... Los cazadores habían acabado con su vida. Entonces escuchó una voz en su cabeza.

—No estés triste, Chica Erizo, vuelvo a la manada de mis ancestros en el bosque. Ya era viejo de todas formas, y sólo me quedaba esperar la muerte. Pero tú eres aún joven. Tienes muchas cosas por vivir y por las que vivir. Deja que me lleve tu dolor conmigo. Hasta siempre.

Las lágrimas empezaron a brotar de los ojos de la Chica Erizo. Esto no es lo que ella quería. Jamás habría imaginado algo así. Se encontraba muy triste, pero a la vez, estaba llena de determinación. Sabía que algún día se volvería a encontrar de nuevo con su viejo amigo lobo. Pero por el momento, no tendría prisa. Al fin y al cabo, en el bosque siempre se pone el sol.
 
Fin.

 
(Historia improvisada para la Chica Erizo, espero que le guste y disculpe los fallos).
 

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