¡Hola! ¡Soy Tucídides III! Bienvenidos a otra entrada de «Arqueología digital». Mi especialidad es la microhistoria digital de los sentimientos. Seguramente me habéis leído en otras entradas como «Arqueología digital: Soy tu morenito_18», «Arqueología digital: Tengo un elfo en IG», o «Arqueología digital: No vendo fotopies».
Desde que se inventaron los linkemos (nombre por el que se conocen popularmente a los dispositivos utilizados en la tecnología Link-Emotion de la megacorporación Beyond Mind), la humanidad puede transferir la emoción real, el
sentimiento verdadero, y compartirlo con las personas que deseemos. Es por ello, o a pesar de ello, que creo muy interesante el estudio de cómo nuestros
antecesores hacían frente a la necesidad de explicar a veces lo
inexplicable a través de las palabras.
Éste es el archivo MDS-235, recuperado el 23-09-2095 en el yacimiento AL-m22 y restaurado el 16-03-2096. Se trata de un vídeo de unos 2 minutos y 19 segundos de duración y fechado 11 de abril de 2023. En él se ve una serie de escenas de animación tipo anime que se repiten en bucle. No parecen tener ninguna relación aparente con la voz superpuesta (presumiblemente una mujer joven) y cuya transcripción es la siguiente:
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Daniel, eh… Soy yo otra vez.
Siento enviarte esto, pero creo que el otro día me expresé muy mal y para mí grabarlo así también es una forma de expresión más cercana. Ya que aquí no se pueden enviar audios, pues lo envío así. Esto parece una exposición del colegio... Perdón.
Bueno, eh, hay una frase que te escribí a la que le he estado dando muchas vueltas y no sé cómo lo has podido interpretar. Y es cuando te dije lo de “aquí quien se pone nerviosa soy yo”. No quería que sonara de una forma egoísta ni agresiva. Simplemente es, pues, al sentir cierto tipo de vulnerabilidad hacia alguien me pongo nerviosa y acabo diciendo cosas como ésa, mal expresadas.
Y también siento que cada equis tiempo te envío invitaciones a una conversación que en el fondo me has dicho que te incomodan y no quiero ponerte en la tesitura de hacerte pasar momentos incómodos. Pero la verdad es que no sé cuándo parar. No sé cuándo va a ser suficiente. Y luego está esa otra parte de mí a la que le gustaría que formaras parte de mi vida. Y es que se me da muy mal el acercamiento porque nunca sé cómo ni cuándo hacerlo. Perdón.
Esto sí que me hace sentir ridícula, pero es que no tengo nada que perder de todas formas. Y no tienes por qué aguantar todo esto de mi parte ni darme tu tiempo escribiéndome algo. Simplemente no sé cómo hacer las cosas y siento que las hago mal.
Y me gusta tu forma de escribir, tu forma de argumentar las cosas. Me gustan tus parrafadas, tu forma de pensar… Y quizá es una parte ínfima de ti, pero me gusta y siento que quiero conocerte más. Y valoro mucho tus palabras hacia mí, las atesoro porque sé que no son cosas que regales fácilmente, creo.
Y nada, esto es lo más sincero que te puedo decir nunca.
Perdón.
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Fin de la transcripción.
Por estas cosas, amo mi trabajo.
Nota del autor: Ninguna persona protagonista de este relato se ha sentido ridiculizada, humillada o que se estaban riendo a su costa.
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