martes, 10 de octubre de 2023

Trasnochando, trasnochando... terminé filosofando

Pues mira, hablando de T2: Trainspotting, te voy a dejar una chapa importante. Puedes obviarla, claro. Pero tranquila, no te voy a hablar de la película, sino de la sensación que te dije que siento debido al paso del tiempo.
 
Tengo la sensación real de que mi vida está ya acabada. Y no es algo que haya pensado ahora, el algo que vengo arrastrando desde hace bastantes años. Todo es quietud, pero no de la que otorga descanso, sino de la que cultiva desesperación.
 
Estoy muerto y tengo la suerte, o la desgracia, de ser consciente de ello. Entonces me puse a pensar sobre qué es la vida y me di cuenta de que la vida son recuerdos.
 
Todo es recuerdo. Cada vez que terminas de leer cada una de mis palabras, éstas se convierten en tu recuerdo. Las puedes volver a leer, por supuesto, pero el efecto será el mismo al que se obtiene al mirar una fotografía. En su sentido primordial, la palabra aparece en tu mente cuando la lees por primera vez e inmediatamente después se convierte en recuerdo. De ese modo, tanto mis palabras como la imagen de la fotografía están y a la vez no están, pues sólo nos queda su recuerdo (un recuerdo en un soporte material/digital en estos ejemplos).
 
Esto mismo pensé del dolor. No me duele, recuerdo que me duele; recuerdo que me dolió. Pero no me duele. Tal es la brevedad de todo. Y eso es la vida también.

Entonces me detengo a pensar, como muerto, ¿qué fue de mi vida? Acepto que mi ciclo llegó a su fin y examino el camino. ¿Estuvo bien? ¿Estuvo mal? ¿Fue una buena vida? ¿Ni frío ni caliente? Lo primero de lo que me doy cuenta es que los recuerdos se pueden modificar, los recreamos alterados de acuerdo a nuestra perspectiva actual o simplemente los idealizamos. E incluso se pueden olvidar. Son estos últimos los que más me preocupan. ¿Los recuerdos olvidados significan que nunca existieron?
 
¿Si no recordase que con 17 años, bailando con mi novia, me caí encima de ella sobre el suelo y que todo el mundo nos miró, significa eso, si no lo recordase, que nunca sucedió? ¿Si olvidara la voz de la amiga con la que pasé aquel verano maravilloso en el pueblo, si realmente no recordase siquiera si íbamos a la plaza o al parque, significaría eso que nunca sucedió? ¿Significaría eso que ella nunca existió? ¿O acaso el que nunca existió fui yo? ¿Alguien me recordará? Aquí puede parecer que busco el consuelo del recuerdo, el cual nos otorga la inmortalidad, aunque sea de manera finita mientras el recuerdo viva. Qué paradoja confiar a algo finito el don de lo eterno. Pero no, ahora mismo, al ser consciente de mi muerte, no me otorga ningún consuelo pensar vivir en el recuerdo de otros. Ahora sólo puedo pensar en mis recuerdos.
 
Volvamos al tema, céntrate Signatus. Sí… el final de una vida. La consciencia de que ya no hay más. El ciclo se terminó. La evaluación… Todo es absurdo y carece de valor con la perspectiva del tiempo que todo lo asola. ¿La felicidad? Sí, tuve momentos felices. Y ahora no me sirven de nada. ¿La tristeza y el dolor? Sí, tuve momentos de desesperación. Y ahora ningún daño pueden hacerme. A no ser que esos momentos pasados creen nuevos recuerdos ahora, en mi presente. Volver a ser feliz o desgraciado por un recuerdo feliz o doloroso. Volver a ser, por unos instantes, sin ser. Pero un fantasma que es atravesado por un rayo de luz cálido o por unas gotas de agua fría sigue siendo un fantasma.
 
Siento que me vuelvo espeso en mis pensamientos y que mi juicio me impide expresar con vehemencia lo que realmente quiero expresar pero me veo incapaz de ello. Así que recurriré a un recuerdo, aquello que digo que ahora no me consuela, para explicar cómo me siento en estos momentos aunque ya lo sentí entonces.
 
En muchas ocasiones creí que lo que estaba haciendo no era real. Que se trataba de un sueño. Ahora incluso podría llegar a dudar de si realmente sucedió porque la barrera entre el recuerdo, lo que creo o quiero recordar y el sueño se hace tan difusa que todo son dudas. Dudas. Dudas. Dudas... Y termino preguntándome que si lo que importa es lo que pasó o lo que creo de manera convencida que pasó. Esos momentos que creí así estaban asociados con lo que yo creo que podría ser felicidad. Eran momentos felices, ¿por qué no? Se alejaban de lo cotidiano, me eran extraños, no me reconocía en ellos y por lo tanto debían ser un sueño. Terminaba el día y pensaba en lo que había pasado. Porque había pasado, ¿verdad? Había estado allí, había hecho esto, había hecho lo otro. Sí, ese día había pasado, había sido real, lo había vivido y ya había terminado. Quedaba sólo el recuerdo y la duda.
 
Ya no sé ni lo que estoy escribiendo. Pero creo que sí, que la vida es eso. ¿El qué? No sé. Ah, sí. ¿Un recuerdo? Eso me lleva a contestar a la pregunta, ¿si la vida es un recuerdo, qué es la muerte? Lo obvio sería contestar el olvido. Y sí, es cierto. Estoy totalmente convencido de que el olvido es igual a la muerte. Pero en el caso que estoy comentando, en mi caso particular, estar muerto también es vivir en el recuerdo. La bilis negra, la melancolía. El ya no. Ya no. Ya no… Tiempo pasado, tiempo perdido. Tiempo.
 
Es fácil dar consejos y no tener que aplicarlos. La teoría es fácil, la práctica es para otros. Es un derecho que ganamos los viejos. Un consuelo tonto de vivir en los demás. ¿Egoísmo tal vez? ¿Tiene sentido vivir si todo es recuerdo? Agarrar un puñado de arena y que se te escape entre los dedos sabiendo que no podrás volver a coger otro puñado jamás. La arena que sostienes es la única que tienes y una vez se te escape toda, se acabó. ¿Quiere decir eso que no es preferible tener suave arena antes que cristales rotos? Mejor suave arena. Aunque el dolor dije que era recuerdo. Entonces, ¿qué más da? Ah, sí, dije que era recuerdo, pero mientras no se olvide, el dolor existe.

Menuda mierda te estoy soltando que no sé ni yo lo que escribo. Pero esto sí que lo sé. Me caes muy bien y creo que eres muy buena persona, . Así que te deseo lo mejor. Y te animaré siempre a ser una inconformista (que no a ser alguien caprichosa). Lucha por todo lo que quieres. Apóyate en aquellos que crean en ti y te den ánimos. Los que vengan a drenarte y a aprovecharse, una patada en el cielo de la boca. Que no te digan que no, que te digan siempre creo en ti. Y en mi modesta opinión, siempre valdrá más alguien “de buen corazón” que alguien “con buena cabeza” (inteligente). Que sí, que la intelectualidad es atractiva, pero no sé… A veces viene acompañada por otros rasgos para nada deseables. Claro que esto yo lo digo desde la perspectiva del tontito y tengo que mirar por lo mío. ¡Muerte a la inteligencia! Es broma.
 
La bilis negra es tan corrosiva. Se siente tanto dolor. Lo siento.

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