Declararse

Seguramente no fue justo que se lo dijera en aquel momento. Pero pensé que tampoco sería justo si no se lo decía.
—Sé que quizá no sea justo que te lo diga ahora... —comencé a recitar aquel pensamiento para justificarme.
—Si no es justo, entonces no lo hagas —replicó Victoria con frialdad mientras se giraba para mirarme a los ojos.
—No nos conocemos desde hace mucho tiempo, pero creo que nos conocemos bien —afirmé con seguridad.
Mientras hablaba pensaba: «Vamos, dilo de una vez, sin rodeos».
—Estoy enamorado de ti, Victoria.
Y se hizo el silencio. Los pájaros dejaron de cantar. El viento dejó de soplar. Se escuchaba nada.
—¿Vas a decir algo? —pregunté temiendo su respuesta.
—Rafael, eres mi mejor amigo. Y no, tranquilo. No voy a soltarte el rollo ése de te quiero pero sólo como amigo. Pero repito, eres mi mejor amigo. ¿Qué significa esto? Pues que dentro de unos días me iré y sé que me llevaré todo tu amor. Pero eso no cambiará el hecho de que me vaya. Y siendo mi mejor amigo, el dolor es ya insoportable.
—Entiendo... Suficiente tienes con aguantarme como amigo en la distancia como para soportarme como novio en la distancia —dije tratando de poner un poco de humor en aquella situación.
—Puede que ahora no lo sepas, pero estoy muy agradecida por todo el tiempo que hemos podido pasar juntos. Y sé que tú también lo estarás. Ahora estamos en la misma página del libro de nuestras vidas. Por un tiempo estaremos en distintas páginas... ¿Pero quién te dice que no habrá un giro inesperado del argumento y volveremos a coincidir de nuevo en la misma página?
Victoria volvió a ofrecerme su mano, de forma sincera.
—Vamos, aún nos queda un poco para acabar este capítulo. Quiero despedirme de nuestro jacaranda.
Cogí su mano, también de forma sincera, sin resentimiento, y nos dirigimos hacia el árbol que fue testigo de nuestro primer encuentro. 
 
Y allí, sentados bajo el jacaranda, apoyamos nuestras cabezas la una sobre la otra y nos permitimos soñar con el futuro sin olvidarnos del presente.