No quería creerlo. ¿Por qué tenía que irse? ¿Por qué tenía que hacerme esto? ¿Acaso no había estado yo con ella todo el tiempo? ¿Y cuál era mi pago? Se marchaba. ¡¡Joder!!
—¿Por qué me haces esto? ¿Por qué me vas a abandonar?
—¿De verdad es así como quieres que pasemos nuestros últimos días juntos? ¿Con reproches? —intentó calmarme Victoria.
—¡Contesta! —grité perdiendo los nervios.
—¡Basta, Rafael! ¡No sé qué es lo que te pasa, pero no pienso tolerar en lo que te estás convirtiendo!
—¿Por qué me haces esto? ¿Por qué me vas a abandonar?
—¿De verdad es así como quieres que pasemos nuestros últimos días juntos? ¿Con reproches? —intentó calmarme Victoria.
—¡Contesta! —grité perdiendo los nervios.
—¡Basta, Rafael! ¡No sé qué es lo que te pasa, pero no pienso tolerar en lo que te estás convirtiendo!
Cegado por la ignorancia del soberbio que cree tener razón, comencé a alejarme de Victoria, con paso decidido, sin mirar atrás. No sabía bien hacia dónde me dirigía y entonces me di cuenta de que me encontraba junto al jacaranda donde conocí a Victoria. Alcé la vista y sus flores azul violáceas comenzaron a secarse en cuestión de segundos. Y aquella visión me hizo despertar y comprender que la había jodido...
Antes de que Victoria se marchara para siempre, le pedí disculpas. Y ella las aceptó, pero la herida había dejado una cicatriz que aún se podía ver. Cómo me he arrepentido siempre de lo sucedido aquel día. Nunca podré perdonármelo.