Basado en un pensamiento pesadillesco inspirado por el visionado de 'The Old Dark House', y fabricado por medio de la escritura automática.
I
Era la noche de los mil mundos
Era una noche empapada
Un hombre y una mujer se ahogaban en el mar de la precipitación
El hombre, sosteniendo su sombrero
La mujer, tropezando en el lodo
Dejó sus tacones como pilares desenterrados
Extintos y redescubiertos restos de la Atlántida
Después de la inundación, después del agua
En el lodo
II
La pareja se aproximaba
Sin creerlo realmente
La visión de una casona brillando en la oscuridad
Despacio, despacio en el lodo
Bajo la tempestad
En la cima de los mil mundos
III
Así se escribía el título en la pared
El escudo de armas
La insignia de la familia
Los dueños de la casona
Mas no había nada ahí
Sólo huellas de objetos que colgaron
En tiempos donde los objetos recogían pelusas en las laderas
IV
Hacía calor en el salón
Reconfortante, reconfortante calor
Las llamas ardían en la chimenea
Le pareció a ella
Que ardían como el portal al infierno
Pero la mujer se despabiló
Recordó que no recordaba
Haber entrado allí
Conocer a esas personas
¿Quién es el Dr. Hubbard?
¿Quién la condesa que lo acompaña?
¿Quién el mayordomo corpulento?
¿Cómo en este calor todavía se sienta el viento?
V
No es el viento, señorita
Dice el viejo en el sofá, con media cara de loco
Son las fuerzas de esta casa
Al viento de afuera no lo produce el viento
Sino el viento de aquí que no es viento
Es el corazón del mundo entero
¡De los mil mundos!, lo interrumpe la mujer
Anciana y empecinada en seguir existiendo
Fuerte y torva como un toro
Casica, extingüe y añeja
Se asoma, cual comadreja
De la cocina en el fondo
Son las ratas, de nuevo, dice
Como excusa por su intromisión
Vienen de una de las puertas del pasillo
VI
Las palabras son opacadas por la lluvia
Que golpea los cristales de los ventanales
Como los dedos del inframundo
Las mujeres son estrechadas por sus respectivos hombres
Los dos viejos se acurrucan entre ellos
En el sillón
Lloran
Rallan sus dientes
Hay algo que deben hacer y no pueden
El tío Osvald está muy enfermo
Perdió la cordura
Es inofensivo, pero no se puede valer por sí mismo
Está en su cama, en la habitación más alta
Subiendo las escaleras que conducen a la buhardilla
Hans, el mayordomo
No puede subir, es muy grande y tosco
Necesitamos que alguien de ustedes
Jóvenes y esbeltas personas
Suba con la bandeja en brazos
Y le entregue al tío su cena
Una, uno de ustedes, la más delgada
¡USTED!
VII
Yo no podría, afirma el doctor Hubbard
Mis carnes son demasiado abultadas
Y tiene razón: la vida acomodada lo ha inflado como a un balón sin cabello
Aunque el dedo esquelético del viejo
Apunta a la primera mujer que pensó algo y fue respondida
Sin recordar si lo que pensó fue dicho en voz alta también
La mujer voltea a ver al hombre
No le gusta ese lugar
Es peligroso
Pero la tormenta envuelve sus ojos esmeraldas
De vuelta a la Atlántida, al lodazal que pronto será nuevamente
Sedimento
Y la mirada del hombre se despide también
Desde el fondo de las aguas torrenciales
Diciendo sin decirle
Su casa, sus reglas
Mientras la vieja lo tiene ya preso de la manga
Rogándole, robándolo
Que la ayude con las ratas
VIII
Amiga mía, escuche
Le aconseja el viejo mientras la empuja por las escaleras
Que crujen, crayan
Bajo sus pies descalzos
No le dieron nada al llegar
No lo mencionó porque
La alfombra estaba tibia y era suave
IX
¡Escuche!
No tema, no le tomará mucho
Subir lo suficiente
Para empezar a escucharlo
X
¡Escuche! ¿Las oye?
El hombre estaba soñando
Soñando con la mirada perdida
En el larguísimo corredor
Que se perdía en la oscuridad
Que exhalaba su propio aliento
XI
¡Escucha!
Se dice la mujer, ahora sola
La bandeja tiembla en sus manos
Pesa en sus brazos
Es metálica y reluciente
Con muchos platos con tapas
XII
Escucho, afirma el hombre
Son las ratas rascando
Royendo, abriéndose paso
Detrás de una de las puertas
¿Pero cuál? ¿Cuáles?
Hay muchas en las paredes laterales
A izquierda y derecha
Una y otra vez
Hasta el infinito
XIII
La escucho, se dice la mujer
La risa, es una risa
Desquiciada de verdad
Empieza suave y sigue acelerando
Hasta que exhala un murmullo
Y vuelve a empezar
La pone nerviosa
Se escucha lejana, mucho más de lo que estas escaleras aparentan
Es una subida estrecha
Por tablones de madera
Y la luz, ¿de dónde proviene la luz?
XIV
Hay que cazarlas con esto
Dice la anciana, tendiéndole un rifle
Así dormirán con su creador
¿Su creador?
Sí, el mismo que diseñó esta casa
XV
La bandeja tiembla
Sus pies también
La subida le ha tomado
Una eternidad
No hay tanta madera en el mundo
Tal vez en mil mundos…
XVI
¿Las ves? Las pequeñas sombras
Que saltan como semillas fugitivas
Se ocultan aquí, se ocultan allá
Hay que inspeccionar cada cuarto
Cada puerta
Matar a las ratas como servicio a la habitación
Y el hombre no sabe nada
Sólo conoce el miedo
Porque no quiere ir allí
Ser tragado por el pasillo sin fondo
El túnel sin luz, sin final
Porque sabe que la ráfaga anuncia un tren
Un tren que se aproxima
Y ese tren
Está cargado de ratas
XVII
La risa continúa resonando
Lejana y penetrante
Cuando parece que se acerca
Se retrae
Como el aliento
En una muerte súbita
Pero regresa, con igual fuerza, con la misma habilidad para describir el horror
El horror de la mente del tío Osvald
Y la mujer asciende
Incapaz de retroceder
Porque el vértigo a sus espaldas es inconmensurable
Así que sólo le queda ascender
Cargar la bandeja que pesa más
Conforme más le pesan las piernas
Y el olor que despiden los alimentos
El olor que ya taladró las tapas de los platos
No ayuda
No ayuda para nada
Y la mujer asciende, sin saber qué le aterra más
Si quedarse subiendo para siempre
Caer
O alcanzar la puerta
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