miércoles, 10 de mayo de 2023

La noche de los mil mundos

Basado en un pensamiento pesadillesco inspirado por el visionado de 'The Old Dark House', y fabricado por medio de la escritura automática.

 I

Era la noche de los mil mundos

Era una noche empapada

Un hombre y una mujer se ahogaban en el mar de la precipitación

El hombre, sosteniendo su sombrero

La mujer, tropezando en el lodo

Dejó sus tacones como pilares desenterrados

Extintos y redescubiertos restos de la Atlántida

Después de la inundación, después del agua

En el lodo


II

La pareja se aproximaba

Sin creerlo realmente

La visión de una casona brillando en la oscuridad

Despacio, despacio en el lodo

Bajo la tempestad

En la cima de los mil mundos


III

Así se escribía el título en la pared

El escudo de armas

La insignia de la familia

Los dueños de la casona

Mas no había nada ahí

Sólo huellas de objetos que colgaron

En tiempos donde los objetos recogían pelusas en las laderas


IV

Hacía calor en el salón

Reconfortante, reconfortante calor

Las llamas ardían en la chimenea

Le pareció a ella

Que ardían como el portal al infierno

Pero la mujer se despabiló

Recordó que no recordaba

Haber entrado allí

Conocer a esas personas

¿Quién es el Dr. Hubbard?

¿Quién la condesa que lo acompaña?

¿Quién el mayordomo corpulento?

¿Cómo en este calor todavía se sienta el viento?


V

No es el viento, señorita

Dice el viejo en el sofá, con media cara de loco

Son las fuerzas de esta casa

Al viento de afuera no lo produce el viento

Sino el viento de aquí que no es viento

Es el corazón del mundo entero

¡De los mil mundos!, lo interrumpe la mujer

Anciana y empecinada en seguir existiendo

Fuerte y torva como un toro

Casica, extingüe y añeja

Se asoma, cual comadreja

De la cocina en el fondo

Son las ratas, de nuevo, dice

Como excusa por su intromisión

Vienen de una de las puertas del pasillo


VI

Las palabras son opacadas por la lluvia

Que golpea los cristales de los ventanales

Como los dedos del inframundo

Las mujeres son estrechadas por sus respectivos hombres

Los dos viejos se acurrucan entre ellos

En el sillón

Lloran

Rallan sus dientes

Hay algo que deben hacer y no pueden

El tío Osvald está muy enfermo

Perdió la cordura

Es inofensivo, pero no se puede valer por sí mismo

Está en su cama, en la habitación más alta

Subiendo las escaleras que conducen a la buhardilla

Hans, el mayordomo

No puede subir, es muy grande y tosco

Necesitamos que alguien de ustedes

Jóvenes y esbeltas personas

Suba con la bandeja en brazos

Y le entregue al tío su cena

Una, uno de ustedes, la más delgada

¡USTED!


VII

Yo no podría, afirma el doctor Hubbard

Mis carnes son demasiado abultadas

Y tiene razón: la vida acomodada lo ha inflado como a un balón sin cabello

Aunque el dedo esquelético del viejo

Apunta a la primera mujer que pensó algo y fue respondida

Sin recordar si lo que pensó fue dicho en voz alta también

La mujer voltea a ver al hombre

No le gusta ese lugar

Es peligroso

Pero la tormenta envuelve sus ojos esmeraldas

De vuelta a la Atlántida, al lodazal que pronto será nuevamente

Sedimento

Y la mirada del hombre se despide también

Desde el fondo de las aguas torrenciales

Diciendo sin decirle

Su casa, sus reglas

Mientras la vieja lo tiene ya preso de la manga

Rogándole, robándolo

Que la ayude con las ratas


VIII

Amiga mía, escuche

Le aconseja el viejo mientras la empuja por las escaleras

Que crujen, crayan

Bajo sus pies descalzos

No le dieron nada al llegar

No lo mencionó porque

La alfombra estaba tibia y era suave


IX

¡Escuche!

No tema, no le tomará mucho

Subir lo suficiente

Para empezar a escucharlo


X

¡Escuche! ¿Las oye?

El hombre estaba soñando

Soñando con la mirada perdida

En el larguísimo corredor

Que se perdía en la oscuridad

Que exhalaba su propio aliento


XI

¡Escucha!

Se dice la mujer, ahora sola

La bandeja tiembla en sus manos

Pesa en sus brazos

Es metálica y reluciente

Con muchos platos con tapas


XII

Escucho, afirma el hombre

Son las ratas rascando

Royendo, abriéndose paso

Detrás de una de las puertas

¿Pero cuál? ¿Cuáles?

Hay muchas en las paredes laterales

A izquierda y derecha

Una y otra vez

Hasta el infinito


XIII

La escucho, se dice la mujer

La risa, es una risa

Desquiciada de verdad

Empieza suave y sigue acelerando

Hasta que exhala un murmullo

Y vuelve a empezar

La pone nerviosa

Se escucha lejana, mucho más de lo que estas escaleras aparentan

Es una subida estrecha

Por tablones de madera

Y la luz, ¿de dónde proviene la luz?


XIV

Hay que cazarlas con esto

Dice la anciana, tendiéndole un rifle

Así dormirán con su creador

¿Su creador?

Sí, el mismo que diseñó esta casa


XV

La bandeja tiembla

Sus pies también

La subida le ha tomado

Una eternidad

No hay tanta madera en el mundo

Tal vez en mil mundos…


XVI

¿Las ves? Las pequeñas sombras

Que saltan como semillas fugitivas

Se ocultan aquí, se ocultan allá

Hay que inspeccionar cada cuarto

Cada puerta

Matar a las ratas como servicio a la habitación

Y el hombre no sabe nada

Sólo conoce el miedo

Porque no quiere ir allí

Ser tragado por el pasillo sin fondo

El túnel sin luz, sin final

Porque sabe que la ráfaga anuncia un tren

Un tren que se aproxima

Y ese tren

Está cargado de ratas


XVII

La risa continúa resonando

Lejana y penetrante

Cuando parece que se acerca

Se retrae 

Como el aliento

En una muerte súbita

Pero regresa, con igual fuerza, con la misma habilidad para describir el horror

El horror de la mente del tío Osvald

Y la mujer asciende

Incapaz de retroceder

Porque el vértigo a sus espaldas es inconmensurable

Así que sólo le queda ascender

Cargar la bandeja que pesa más

Conforme más le pesan las piernas

Y el olor que despiden los alimentos

El olor que ya taladró las tapas de los platos

No ayuda

No ayuda para nada

Y la mujer asciende, sin saber qué le aterra más

Si quedarse subiendo para siempre

Caer

O alcanzar la puerta  


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